“Mi hijo siempre dice que no a todo, se enfada constantemente, se enfrenta a nosotros y no hace caso a nada de lo que le decimos”
Esta frase es muy habitual en los padres con hijos con Trastorno Negativista Desafiante e ilustra a la perfección el escenario que suele haber en el hogar.
¿Qué es el Trastorno Negativista Desafiante?
El trastorno Negativista Desafiante es uno de los trastornos más frecuentes en la infancia y representa una demanda habitual en las consultas de psicología infanto juvenil.
Es un trastorno que se encuentra dentro de los Trastornos destructivos del control de impulsos y de la conducta en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Es un trastorno de gravedad moderada, siendo más grave cuánta más entornos de la vida del niño afecte (familiar, social, académica…).
Características del Trastorno Negativista Desafiante:
Los niños que presentan este trastorno muestran un patrón recurrente y persistente de enfado, irritabilidad y una actitud negativista, desafiante, incluso en ocasiones, vengativa. Los niños con este trastorno pierden la calma con mucha facilidad, se muestran enfadados y resentidos la mayor parte del tiempo y suelen discutir de forma muy desafiante y oposicionista ante cualquier norma o instrucción que pongan figuras de autoridad, es decir, padres, abuelos, profesores, etc. Habitualmente, molestan a los demás y rechazan cualquier tipo de asunción de responsabilidad sobre sus acciones, culpando a otros de sus errores o mala conducta. En ocasiones, también se observa una conducta vengativa o rencorosa con otros cuando se encuentran disgustados.
Todos estos comportamientos y actitudes impactan de forma negativa en la vida del niño, generando malestar en él y en su entorno e interfiriendo negativamente en el área social, familiar y académica.
¿Cómo se diferencia el Trastorno Negativista Desafiante de otros problemas de comportamiento habituales en la infancia?
Es fundamental poder diferenciar las conductas propias de un Trastorno Negativista Desafiante a las conductas propias del desarrollo evolutivo de los niños o de conductas que resultan problemáticas de forma puntual pero que no alcanzan las dimensiones de gravedad del Trastorno Negativista Desafiante.
Para ello, es imprescindible observar en qué etapa de desarrollo se encuentra el niño. No es lo mismo observar una conducta agresiva u oposicionista en un niño de 3 años (que es cuando aparecen las primeras conductas agresivas que no son patológicas, es decir, que forman parte del desarrollo psicosocial normativo del niño) a que las presente un niño de 8-10 años. Debemos tener en consideración que muchas conductas oposicionistas o agresivas forman parte del desarrollo normativo de los niños en edades tempranas. Estas conductas se consideran evolutivas cuando son transitorias y evolucionan favorablemente de forma natural con el paso del tiempo. Cuando no remiten es cuando se puede comenzar a hablar de “problema o desorden” que se debe atender.
En el Trastorno Negativista Desafiante la conducta tiende a agravarse de forma paulatina con el paso del tiempo y a hacerse más disruptiva, es decir, los retos y enfrentamientos son cada vez más constantes, hay un mayor nivel de agresividad, los enfados son intensos y muy frecuentes y se comienza a generalizar a más contextos. Habitualmente el Trastorno Negativista Desafiante comienza a mostrar sus primeros síntomas en casa y conforme aumenta la gravedad se va generalizando a otros ambientes (colegio, extraescolares, amigos, etc.).
En esos casos, es recomendable acudir a un especialista para que realice una evaluación psicológica y se valore la necesidad de realizar terapia psicológica.
¿Cuáles son las causas del Trastorno Negativista Desafiante?
Como en la mayoría de los trastornos psicológicos, las causas son múltiples. Algunas de las posibles causas son:
- Factores genéticos: heredabilidad.
- Factores individuales: sexo masculino tiene una mayor predisposición al trastorno, historia de dificultades de aprendizaje, bajo cociente intelectual, etc.
- Complicaciones perinatales: complicaciones durante el embarazo y parto.
- Temperamento del niño: niños con un temperamento desde el nacimiento más difícil, con tendencia a reaccionar de forma desproporcionada, más agresivos y reactivos.
- Sociales y familiares: historia de dificultades económicas, conflictos familiares graves, divorcios complicados, situaciones familiares estresantes, relaciones violentas, interacción padre-hijo negativa o ausente, abusos, etc.
- Estilos educativos: estilos educativos muy laxos o demasiado autoritarios, educación basada en la violencia.
- Alteraciones biológicas y/o cerebrales: mayor nivel de testosterona, alteraciones en el funcionamiento de la corteza prefrontal o corteza orbitofrontal y en el funcionamiento de neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y dopamina.
Es innegable que existe una relación entre factores externos e internos en el desarrollo del Trastorno Negativista Desafiante.
¿Cuál es la terapia psicológica con niños con Trastorno Negativista Desafiante?
La terapia para el Trastorno Negativista Desafiante habitualmente es a largo plazo y requiere, en ocasiones, de la combinación entre tratamiento psicológico y tratamiento farmacológico para disminuir las conductas disruptivas.
El tratamiento costa de varios pilares: la intervención psicológica con el propio niño, la intervención con el contexto familiar y la intervención con el colegio.
Con los padres y el contexto familiar se aborda el entrenamiento en el manejo de las conductas conflictivas, aumentando la capacidad de la familia para gestionar la conducta del niño adecuadamente. Además, se proporciona psicoeducación sobre el trastorno para que los padres puedan conocer a fondo el problema de su hijo y comprender cómo se debe afrontar desde el hogar.
Con el niño o adolescente se realiza una intervención basada en el manejo de la ira y la gestión emocional, en el entrenamiento en habilidades sociales, en comunicación asertiva y en resolución de problemas interpersonales. Además, se trabaja de forma intensa en la toma de conciencia sobre el problema que presenta y en la asunción de responsabilidades, motivando al cambio. Este paso es elemental para asegurar un adecuado avance terapéutico.
Y, por último, con el profesorado, se realiza una intervención basada en psicoeducación y entrenamiento en el manejo de la conducta en el aula. También, en algunos casos, es necesario también proporcionar apoyo escolar en las áreas donde el niño presente dificultades.
Además de todo esto, en ocasiones, también es necesario intervenir a nivel terapéutico sobre la sintomatología comórbida (asociada al Trastorno Negativista Desafiante) que pueda haber en el niño, ya que es un trastorno que suele presentarse en combinación con otros problemas que requieren atención (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad, sintomatología depresiva, ansiedad…).
La combinación de todos estos abordajes y la coordinación entre los diferentes componentes, son responsables en gran parte del éxito terapéutico.
¿Cuál es el curso del Trastorno Negativista Desafiante?
La mayoría de los niños que reciben un diagnóstico y un tratamiento precoz tienen una evolución favorable, sobre todo si el inicio de los síntomas ha sido tardío.
Sin embargo, en muchas ocasiones, los niños que presentan Trastorno Negativista Desafiante pueden evolucionar de forma negativa, sobre todo en aquellos que han tenido un inicio precoz del trastorno.
El Trastorno Negativista Desafiante puede ser el preámbulo de trastornos y problemas más graves en la adolescencia o adultez, como el Trastorno de Conducta (o también conocido como Trastorno Disocial) y el abuso de sustancias. De hecho, se estima que hasta un 90 por ciento de los niños que presentan Trastorno de Conducta han tenido previamente TND en la infancia. La gravedad del Trastorno de Conducta es mayor al Trastorno Negativista Desafiante. En el Trastorno de Conducta los niños o adolescentes que lo presentan trasgreden de forma significativa las normas sociales y violan los derechos básicos de otras personas u animales, llegando en ocasiones a mostrar conductas delictivas.
Además, pueden desarrollarse sintomatología comórbida de depresión, ansiedad, baja autoestima, sentimientos de frustración y problemas interpersonales, por lo que es necesario realizar un adecuado abordaje para minimizar el riesgo de complicaciones futuras.
Por todo ello, resulta elemental realizar detección e intervención precoz, con el fin de asegurar el adecuado desarrollo del niño y evitar futuras complicaciones.
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