Duelo, ¿es normal lo que siento?

¿Qué es el duelo?

Tras la pérdida de un ser querido, la vida se transforma y se requiere de tiempo para adaptarse a la nueva realidad. Este proceso de adaptación es lo que llamamos “duelo”.

El duelo supone una reacción psicológica normal cuya evolución, habitualmente, progresa hasta la superación. A pesar del intenso sufrimiento que causa, ayuda a la persona a adaptarse a la pérdida y a vivir sin su presencia física a la vez que mantiene el vínculo afectivo con ella.

¿Cuáles son las sensaciones y sentimientos habituales en el proceso de duelo?

Sensaciones físicas frecuentes

Es posible que a nivel físico podemos sentir distintas sensaciones corporales fruto de la ansiedad y angustia vivida. Algunas de ellas son:

  • Dolor u opresión en el pecho
  • Palpitaciones
  • Sensación de ahogo o falta de aire
  • Tensión muscular
  • Inquietud
  • Insomnio
  • Pesadillas
  • Pérdida de apetito
  • Despertares frecuentes
  • Temblores
  • Pérdida de fuerza

Pensamientos frecuentes

En las primeras etapas del duelo es habitual sentir confusión, incredibilidad… Es frecuente preguntarnos el “por qué” constantemente, pensar en qué podríamos haber hecho o dicho, rememorar la situación traumática una y otra vez, etc.
Habitualmente se experimentan dificultades al concentrarse hasta para realizar tareas sencillas, confusión o sensación de embotamiento mental, falta de interés por las cosas, pensamientos rumiativos, olvidos, etc.

Sentimientos frecuentes

Según el momento y las circunstancias en la que nos encontremos experimentaremos un estado de ánimo determinado. Recuerda que el duelo ocurre en un momento concreto donde tenemos una situación personal, familiar y laboral determinada que influyen en nuestra manera de afrontar la pérdida.

Durante el duelo viviremos distintas emociones como tristeza, desamparo, rabia, impotencia, sensación de abandono, enfado, amargura, vacío, soledad, miedo o culpa. Es habitual que estas emociones sean cambiantes y que puedan ser contradictorias incluso a lo largo del día.

No te asustes por sentirlas todas a la vez o sentir únicamente algunas. Cada persona es distinta y las emociones irán variando dependiendo del momento en el que te encuentres de tu duelo.

Las etapas del duelo

En general, se considera que el duelo es como un camino por el que atravesamos distintas etapas. Sin embargo, esto no significa que todas las personas pasemos por todas las etapas ni que lo hagamos en ese orden necesariamente. Cada duelo es único, al igual que la persona que lo vive.

  1. Fase de shock o estupor

En los primeros momentos del duelo podemos encontrarnos en un estado de desconcierto, confusión y embotamiento, sintiendo como si nuestras emociones estuvieran anestesiadas o fluctuaran de un estado a otro. Es muy frecuente tener sentimientos de irrealidad o de incredulidad, sintiendo como si lo que estuviéramos viviendo fuera irreal o imposible. Se trata de un estado protector frente a la amenaza del gran dolor por la pérdida. Puede durar horas o días y sirve para asimilar la información recibida.

  1. Fase de rabia o agresividad

En esta etapa son habituales sentimientos como la ira, la irritabilidad o la agresividad. En ocasiones estas emociones se vierten contra nosotros mismos al culparnos por la muerte o por algo que pensamos que deberíamos haber hecho y que creemos que hubiera podido cambiar las circunstancias. Podemos experimentar falta de seguridad y baja autoestima. Asimismo, suelen aparecer sentimientos de injusticia o desamparo junto con los problemas de sueño, pesadillas o sueño no reparador.

En estos momentos podemos sentirnos con menor capacidad de concentración y sufrir pérdidas de memoria. El apetito es común que también se vea afectado, así como nuestra capacidad para disfrutar de las actividades que antes nos resultaban placenteras.

  1. Fase de desorganización o etapa de desesperanza

En esta fase tomamos conciencia real de lo sucedido. El sentimiento profundo de tristeza nos acompaña la mayor parte del tiempo y nos emocionamos con mucha facilidad. Es habitual experimentar apatía, tristeza, desinterés o incluso cierta tendencia a abandonarnos y a romper con el estilo de vida habitual.

  1. Fase de reorganización

En donde notaremos como poco a poco vamos adoptando nuevos patrones de vida, vamos afrontando poco a poco la nueva situación y poniendo orden nuevamente a nuestra existencia. Es el momento en donde el recuerdo de nuestro ser querido empieza a transformarse de una emoción dolorosa a una emoción reparadora.

 

A lo largo del proceso, es habitual tener la sensación de estar recorriendo una y otra vez estas cuatro fases, así como experimentar muchas emociones y sensaciones distintas, pero recuerda que todas ellas son naturales y necesarias para superar la pérdida. No te culpes por ello, y permítete sentir cada una de ellas, progresivamente irás notando cómo estos sentimientos y emociones tan intensas se tornan más soportables y te permiten adaptarte cada vez con mayor tranquilidad.

 

¿Cómo identificar el duelo patológico o persistente?

El duelo patológico se produce cuando la persona no supera la muerte del ser querido. Las emociones negativas asociadas a la pérdida se intensifican y se generan conductas desadaptativas e incapacitantes. Así, encontramos que el duelo patológico se diferencia del duelo normal en la intensidad, momento de aparición y características.

El duelo normal tiene comienzo inmediatamente tras el fallecimiento de la persona, se manifiesta con unas emociones muy intensas en los primeros días pasando por las diferentes fases del duelo. Algunas características habituales que se manifiestan son: como sentir al fallecido (recuerdo), somatizar dolores relacionados con la causa de la muerte y realizar rituales culturalmente aceptables (ir al cementerio a despedirse, hacer luto durante unos días…).

Sin embargo, en el duelo patológico la intensidad emocional es tanta que resulta incapacitante, provocando absentismo laboral, abandono del cuidado e higiene personal, aislamiento… Asimismo, el duelo no suele comenzar en el mismo momento del fallecimiento y se posterga o alarga en el tiempo, no avanzando en las fases del mismo. Por otra parte, se observan comportamientos disfuncionales como rituales obsesivos en torno al fallecido (ir a visitar la tumba diariamente, guardar cenizas, realizar altares…), comportamientos obsesivos o delirantes, presencia de alucinaciones, así como un malestar clínicamente significativo.

Si nos encontramos ante esta situación e identificamos que el duelo se ha convertido en patológico o se ha cronificado, es recomendable acudir a un especialista de la psicología que nos pueda ayudar a superar la pérdida y a reacomodar la vida sin la presencia del ser querido.

 

Leave a Comment