Una preocupación habitual durante la crianza es saber gestionar adecuadamente los comportamientos inadecuados de los niños, sobretodo la falta de obediencia. Es frecuente, temer ser laxos o demasiado autoritarios al aplicar las normas y manejar los comportamientos, lo que lleva a muchos padres a actuar de manera inconsistente o sin un patrón definido, dificultando aún más la ardua labor de educar.
¿Qué es la desobediencia infantil?
La desobediencia infantil es una característica natural en el desarrollo evolutivo que suele darse entre los 2 y los 3 años, producto de un proceso madurativo en donde su capacidad de persistencia, autonomía e identidad se ha desarrollado. Sin embargo, cuando se extiende de este periodo, supone un problema de conducta que necesita ser atajado para evitar consecuencias más graves para la dinámica familiar.
La desobediencia se define como la negativa a llevar a cabo la orden e instrucción dada por una figura de autoridad como pueden ser los padres, profesores, abuelos, etc.
La desobediencia es una conducta en la que intervienen factores ambientales y temperamentales del niño. Los comportamientos del niño se dan en un entorno y en una interacción concreta con el adulto, que influyen directamente sobre las respuestas del niño.
¿Cómo hacer que mi hijo me obedezca?
Uno de los pilares esenciales para manejar la desobediencia es establecer unas normas de convivencia y de comportamiento, tanto dentro del hogar como fuera del mismo.
Las normas proporcionan estructura al niño, le permiten saber lo que se espera de él en cada contexto, dándole la oportunidad de modular su conducta. Además, las normas protegen al niño, le da las claves necesarias para manejarse en el mundo de manera segura.
¿Cuándo empezar a marcar las normas y los límites para evitar la desobediencia infantil?
Las normas y los límites deben estar presentes desde el principio, desde el mismo nacimiento. Deben ser claras y ajustarlas a cada etapa evolutiva.
Veamos un ejemplo en la aplicación de normas y límites:
Cuando el niño tiene entre dos y tres años, algunas normas pueden ser, entre otras:
En casa:
- Se come sentado.
- Se recoge después de jugar.
- Se piden las cosas: por favor.
En la calle:
- Se da la mano para cruzar.
- Se camina despacio.
- Estoy al lado de mamá o papá.
Sin embargo, estas normas no serán útiles para un niño de ocho años, al que le deberemos exigir otro tipo de conductas, algunas tales como:
En casa:
- Se ayuda a poner la mesa.
- Se pone la ropa sucia en el cesto.
- Después de merendar hay que hacer los deberes.
En la calle:
- Pregunto antes de irme a algún sitio lejos de mamá/papá.
- Se mira si vienen coches o está en verde antes de cruzar.
Como podemos ver, estas normas son diferentes, pues el nivel evolutivo del niño es otro. Y así con cada edad.
Las normas deben ser claras, concisas y deben ser conocidas por los niños. Una idea muy útil para ello es ponerlas en algún lugar visible de la casa por escrito y organizar una pequeña reunión familiar íntima para especificarlas. Siempre desde un entorno agradable y distendido. Una actitud positiva en torno a las normas, ayudará a que el niño las vea desde la misma perspectiva.
De esta manera el niño sabrá siempre lo que se espera de él en cada contexto y aumentaremos la probabilidad que obedezca cuando estemos en la calle y le digamos: “recuerda que en la calle…”.
Además, es esencial reforzar a los niños cuando obedecen y hacen caso a nuestras instrucciones. No es necesario comprarle nada ni darle ningún regalo en particular. Diversos estudios indican que el refuerzo más potente para los niños es el afecto de sus padres proporcionado mediante cariño y alabanzas.
¿Cómo emitir las órdenes e instrucciones para que el niño obedezca?
En la mayoría de ocasiones, los niños comprenden perfectamente qué deben hacer y están de acuerdo con las normas. Sin embargo, en el plano comunicativo, la manera de trasmitírselas es equivocada, haciendo que los niños renieguen realizar lo que sus padres le dicen. Es una cuestión relacional. Debemos cuidar el lenguaje, las palabras que usamos y la manera de comunicarnos con el niño. Si trasmitimos enfado, el niño responderá de la misma manera.
Por ello, aquí te dejo unas simples recomendaciones para mantener una relación positiva y conseguir que obedezca.
- No utilizar gritos. Utilizar un tono firme, pero sin gritar ni alterarse.
- Estar en la misma habitación que el niño y mirándole a los ojos. Si es muy pequeño lo mejor es agacharnos y ponernos a su nivel para darle la instrucción.
- Establecer un contacto físico suave (tocarle la espalda, cogerle la mano…) para asegurarnos de que nos está escuchando.
- Las peticiones deben de ser cortas, claras y específicas.
- Nunca deben realizarse en forma de preguntas o sugerencias, ya que daríamos al niño la posibilidad de no realizar la petición.
- Deben ser un número reducido. Es importante centrarse en lo importante cuando hay situaciones de desobediencia.
- Deben darse de a una y suficientemente espaciadas en el tiempo.
- No deben entrar en contradicción con otras, y mucho menos con las del adulto. Para evitar que suceda esto, se recomienda haber pactado con el otro progenitor previamente las normas y nunca desautorizarse mutuamente.
- Dar opciones siempre que sea posible y relacionarlas con una consecuencia: “Si… entonces…”.
- Pedir “por favor” siempre que sea posible.
Ejemplos de órdenes mal formuladas: | Ejemplo de órdenes bien formuladas: |
“Guillermo, ¿cuándo vas a tirar la basura?”
| “Guillermo, baja a tirar la basura y luego podrás jugar a la Play.” |
“Si no te portas bien tendré que castigarte” | “Si juegas con tu hermano sin hacerle llorar, os llevaré al parque de los columpios” |
“¿Pero no te dije ya que te pusieras a estudiar? ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Nunca me haces caso” | “Apaga la televisión y ponte a estudiar.” |
Con todas estas recomendaciones, conseguirás que tus hijos te obedezcan mientras mantienes una actitud positiva con ellos, permitiendo que disfrutes de tu día a día como madre o padre.